Patrimonio Industrial nacional e internacional

PATRIMONIO INDUSTRIAL - INDUSTRIAL HERITAGE - PATRIMOINE INDUSTRIEL

viernes, 21 de septiembre de 2012

El regalo de las factorías. A Coruña- Artículo

Autor artículo Gemma Malvido
Con la construcción de las fábricas del siglo XX llegó la modernidad, las nuevas soluciones, los aires frescos que habían triunfado en otros países y que se instalaron en la ciudad. Algunos se mantienen, como la fábrica de la Coca-Cola, aunque han perdido el carácter espectacular que tuvieron en sus primeros años de vida por haber sido modelo. El escaparate circular de la Seat, la lonja del Gran Sol, que refleja el puerto como un espejo, son algunos de los ejemplos de la arquitectura industrial que cambió el paisaje de la ciudad

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Dice el profesor Fernando Agrasar que los edificios industriales permitieron a los arquitectos ir un paso más allá de lo que les dejaban las obras institucionales o las viviendas. Las soluciones tomadas, la experimentación con materiales que después se incorporaron al día a día de la construcción, no serían posibles sin que antes se hubiese pasado por el periodo de la edificación industrial, sin las fábricas que, además de albergar trabajadores, dejaban espacio para las máquinas, para las cadenas de montaje y la manufactura.

Hay edificios singulares en la ciudad, testigos de una época, a veces pasada, en la que no solo importaba lo que se fabricaba, sino también cómo se vendía y qué imagen se daba al público. Entre estas infraestructuras singulares destacan obras como la lonja del Gran Sol, que adquiere mayor belleza si se observa desde el mar, porque su primer piso funciona como un espejo, que devuelve a quien se pare a observarlo, la imagen del puerto. 

El arquitecto del concesionario de la firma de coches Seat, Andrés Fernández-Albalat Lois, se tuvo que enfrentar, allá por los años sesenta, al problema de intentar que el producto que estaba tras escaparates llegase a los coruñeses. Nadie paseaba por Lavedra entonces, así que pensó que lo mejor sería que los conductores de Alfonso Molina fuesen los primeros en ver los últimos modelos de la firma. Elevó unos cristales que configuraban un espacio circular, casi como si fuesen una copa de vino y, dentro, durante años y años, dieron vueltas, muy despacito, los coches que la marca deseaba ver rodando por la avenida. 

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El edificio Citroën, ese al que el Ayuntamiento concede una licencia de derribo, muestra también los años de arquitectura moderna en la ciudad. Su curvatura y el muro cortina que utiliza son sus señas de identidad. Es un edificio no solo dedicado a la venta de coches, es también un lugar en el que se esconde el día a día del negocio, con oficinas en los pisos elevados y con espacio para las reformas y la limpieza en los bajos. Con la ley en la mano, el edificio es susceptible de correr la misma suerte que la antigua Fábrica de Hielo o la factoría Pebsa -ambas en el puerto-, que su imagen forme parte del recuerdo y que su valor arquitectónico se reivindique después, cuando ya solo queden fotografías de lo que fueron y significaron. 

El presidente de la delegación coruñesa del Colexio Oficial de Arquitectos de Galicia (COAG), José Manuel López Mihura, reivindica que no se dejen caer los edificios industriales, sobre todo en tiempos de crisis. "Es importante revisar, proteger y, a veces, rehabilitar" las factorías porque es una arquitectura que se puede "adaptar a otros usos", comenta. 

El profesor José Ramón Soraluce se acuerda del proceso embrionario de la ciudad industrial. Las primeras factorías estaban en la zona del colegio Salesianos, allí se instaló la primera fábrica de gas, que suministraba energía a la ciudad antes de que llegase la luz eléctrica a las calles y a las casas coruñesas. Se instalaron, pasado el tiempo, unas bobinas Siemens que generaban electricidad y que la llevaban no más allá del teatro Rosalía. Con el tiempo, ese radio se fue extendiendo, tanto, que la electricidad ya llega a toda la ciudad. 

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En este capítulo de arquitectura industrial, destaca también la creación de Andrés Fernández-Albalat Lois para Coca-Cola, cuenta el profesor Agrasar que es una de sus primeras obras y que supuso la entrada de los aires americanos en la ciudad. El proyecto inicial -sin los añadidos actuales- dejaba al descubierto el proceso de creación del refresco. Cualquiera que se sentase fuera de la factoría podía descubrir cómo se embotellaba aquel líquido burbujeante, "la chispa de la vida". En la publicación Guía de arquitectura. A Coruña, Esteban Fernández Cobián repasa las construcciones que, por su diseño, dicen algo de la historia y de la vida de la ciudad. De la fábrica de la Coca-Cola destaca que la creación de Fernández-Albalat trata el proceso industrial como un espectáculo. "Es la exaltación de la máquina", puntualiza y así lo ve también el profesor Agrasar, que recuerda que pasar por la noche por Lavedra y ver la fábrica iluminada era algo más que un espectáculo. 

Y ahora, ¿qué? El profesor Soraluce asegura que hay una tendencia de las grandes firmas a apostar por el diseño, por que el edificio en el que han de fabricar y poner a la venta sus productos tenga un toque de modernidad y de gusto que los diferencie y que les identifique con la marca; es una tendencia que se ha heredado de la Alemania de los años veinte pero que sigue vigente. No solo interesa la operatividad y que la estructura facilite el trabajo, sino que el edificio diga algo a los que, desde fuera, lo observan. 

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Hay fábricas, factorías e infraestructuras sin las que la historia de la ciudad se entendería un poco peor. Es el caso de la Medusa. El arquitecto de la estructura inicial fue el pontevedrés César Portela. Es una almacén de carbón, pero su color y su estructura semicircular se han hecho ya un hueco en el paisaje portuario. 

La gran mayoría de las factorías coruñesas no ha sufrido el proceso de convertirse en un museo o en un centro de interpretación o en un lugar de creación artística como sí ha pasado con otros equipamientos industriales de Galicia. En la comarca, el esqueleto de la fábrica de abonos La Cros espera financiación para recuperar la actividad, aunque no como factoría sino como centro sociocultural. Es una forma de incorporar el pasado al futuro y al desarrollo de Culleredo.

Un destino semejante le espera a la antigua Fábrica de Tabacos que se convertirá en sede judicial y que volverá a tener entre sus paredes el movimiento que, un día, con el cese de la producción, perdió. 

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La rehabilitación se muestra ahora como una aliada de los arquitectos, López Mihura asegura que crea más puestos de trabajo que la obra nueva, que es más sostenible y que mantiene vivo el patrimonio artístico de la ciudad. Están ahí, algunas siguen funcionando, otras buscan nuevos espacios y maneras de crecer, otras se ven obligadas a cerrar, pero todas y cada una de ellas dieron a los arquitectos la posibilidad de ir más allá, de hacer lo que no se creía posible.

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